Si tuviera que resumir este año, que es lo que me dispongo hacer, podría hacerlo en una palabra, aprendizaje. Sin duda alguna han sido doce meses intensos, desde el mismo momento en el que empezó.
Ha sido el tiempo en el que he aprendido ha valorar las pequeñas cosas, y hacer con ellas grandes momentos, desde una simple caricia o una mirada suya, a momentos como el de ver entrar a Asun o mi prima Estela por la puerta de la iglesia.
Ha sido un año de viajes a lo desconocido y volver a lugares que me han hecho muy feliz. Madrid, Valladolid, Florencia, Zaragoza…
Pero este año no hubiera tenido ninguna relevancia sin sus verdaderos protagonistas, mi familia y mis amigos, y es ahora en el momento en el que la emoción me embarga y tengo que mantener el control, cuando vienen a mi mente de golpe todos los momentos vividos junto a ellos, ver a mi padre pronunciar el pregón de las fiestas de Benahadux, las bodas, inaugurar el campo de la Lukika , las tarde-noches-días junto a Delia, maullar a la luna en compañía de Alba, levantarnos a las cinco de la mañana para ir a Valladolid, los desayunos en la Teulada con Bego, conocer por fin Madrid gracias a Pedro, una de esas personas que entraron este año en mi vida para quedarse hacerme compañía, como Irene mi ingeniera favorita, ir a visitar a Estefanía a la tierra del Cierzo, las noches en Sultana y su gente, volver a sentarme a la mesa con Héctor… podría seguir, pero naturalmente tendría que hablar de cosas que a mi particularmente me duelen, las mariposas amarillas ahora están dormidas, y es fin de año y hoy es un día de fiesta y alegría.
No ha sido un mal año, ha sido intenso como decía al principio, para lo bueno y lo malo, gracias a todos los que estáis desde hace mucho tiempo, los que pasasteis por aquí y dejasteis el recuerdo, hoy empieza otro capitulo, saquemos hilo y aguja y empecemos a pespuntar los primeros hilvanes.
Feliz año.
